Los que no somos Dani Jarque

Una persona joven y sana, sometida a muchos controles médicos, ha muerto de un ataque al corazón, dicho así en sentido amplio. Leo que todavía hay dolencias cardiacas muy difícilmente detectables, sobre todo las de índole genética. Si a un futbolista profesional de Primera División no se le puede detectar una dolencia de estas, podemos estar seguro de que debía ser casi imposible.
Tras los tres casos similares en dos años sucedidos en el fútbol español (el de Antonio Puerta, el caso afortunado de Rubén de la Red y el también desgraciado de Dani Jarque) seria necesario que la Secretaría de Estado para el Deporte tomara medidas al respecto e impulsase una comisión de investigación médica o similar. Y por supuesto tiene razón, pero hay otra cosa que se podría hacer, que sería más urgente, y que quizá tuviera un desarrollo más simple porque no tendría que ocuparse de asuntos médicamente tan complicados.
El deporte se ha convertido, por fortuna, a nivel de práctica, en un elemento constitutivo de nuestra sociedad. Nosotros, a nuestro nivel, hacemos deporte. Nuestros hijos e hijas hacen deporte pero ¿Qué apoyo y protección médica tienen? Pues yo les diré mi experiencia: una hoja entregada en el club para que se hagan un reconocimiento médico. Una visita a una pequeña clínica o consultorio donde a cambio de menos de diez euros el deportista es auscultado, a veces se le hacen hacer unas flexiones, según me dicen, otras se le toma la tensión, y otras se le hace alguna prueba más. Pero en cualquier caso la cosa queda en un sello o una firma ilegible como prueba de que se ha hecho un reconocimiento incapaz de detectar nada. También es cierto que hay clubes más cuidadosos. También es cierto que si hay lesión sí se ofrece un tratamiento algo más exhaustivo. Pero en cuanto a la prevención, menos que cero.
Me pregunto yo, inocente de mí, si no sería necesario que la Secretaría de Estado para el Deporte y Federaciones Deportivas (ya que no es cosa de una modalidad, sino de todas) tomara cartas en este asunto y pusiese los medios para que los reconocimientos médicos fueran algo más exhaustivos. No sé, con electrocardiogramas por ejemplo, en clínicas del Sistema Nacional de Salud, que los deportistas fueran examinados por cardiólogos, traumatólogos o especialistas vinculados a las especialidades relativas al deporte, de tal forma que cuando nosotros o alguno de nuestros hijos se pusiera a hacer deporte tuviera alguna seguridad más de que va a cultivar su salud más que a ponerla en riesgo que las que tiene ahora. No es cosa, incluso, de deporte, sino de salud, por lo tanto de vida o muerte, de la nuestra y la de nuestros hijos.
¿Sería posible? Creo yo en mi inocencia que sí. Que sólo haría falta dinero, y no es precisamente dinero lo que falta en el deporte español. La Federación Española de Fútbol, sin ir más lejos, tuvo el año pasado 340.000 euros de beneficios, y 89 millones tiene de presupuesto para este año. Ya he dicho que esto no es una cosa relativa a un solo deporte, pero valga como referencia de lo que hay.
Luego, ya lo sé, nos daremos con la cruda realidad. Que el dinero del deporte luce más si se da en créditos para fichar a Cristianos Ronaldos e Ibrahimovics, si se juega en contratos televisivos, en pagar dietas y viajes directivos, en presupuestos para ir a Mundiales y Europeos –a los que van deportistas que empezaron en lo suyo a la buena mano de Dios, con los reconocimientos médicos que he descrito o peores-, que en exámenes médicos para que nuestros anónimos hijos jueguen más seguros. Y el dinero del Estado también luce más en gastos en asesorías, sueldos de diputados nacionales, autonómicos y carguetes adheridos, y coches oficiales que en esto.
Lo que digo, ya lo sé, es una utopía, pero a ver si a alguna persona con autoridad en estos asuntos y capacidad para manejar medios le da por recapacitar un poco y se consiguiera que la muerte de Dani Jarque, como antes la de Antonio Puerta, sirva para algo. Para salvar las vidas de algunos que hubieran podido seguirlos.

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