El fútbol tiene una enorme proyección mundial hasta el punto de que se ha convertido en un excelente escaparate donde miles de niños se miran como un referente, y donde muchos padres proyectan en sus hijos los deseos insatisfechos de lo que le gustaría ser.
Muchos padres tienen puesta una venda en los ojos, piensan que el niño es un fenómeno y no ven más allá de lo que tienen, sin conocer otros clubes y otros ámbitos, por tanto, a los padres habría que educarlos en principio para que no fueran tan forofos de sus hijos cuando están en las gradas y en segundo lugar, impregnarlos de cierta dosis de realismo.
Como consecuencia de todo esto, el fútbol base está reproduciendo de manera insistente los graves desequilibrios y los enormes problemas que se vienen sucediendo desde hace años en el sistema educativo, donde el principio de autoridad no sólo está en crisis, yo diría incluso que casi ha desaparecido o extinguido.
El deporte del fútbol se ha convertido actualmente en una de las actividades con mayor poder de convocatoria y movilización. El deporte en general se constituye como un elemento fundamental del sistema educativo a la vez que su práctica es importante para el mantenimiento de la salud.
Es en el ámbito familiar y educativo donde se deben inculcar a los niños los valores dimanantes de la práctica deportiva, tales como el respeto al contrario, la nobleza en el juego, el compañerismo, el esfuerzo, el espíritu de sacrificio, la solidaridad, etc.
Pero la problemática incumbe por igual a padres e hijos. Los padres como tales deben dar ejemplo de educación, respeto y saber estar, para trasmitirle y proyectar esos valores a sus hijos, pero si tales padres carecen de esos valores, difícilmente pueden transmitirlos a los hijos.
No quiero pecar de pesimista, pero se me antoja que hay difícil solución a un conflicto que crece rápidamente.
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